diumenge, 2 de novembre del 2008

HOMILIA A-FIELES DIFUNTOS
EL PISO PILOTO (Lc 24,1-9)

Cuando uno acude en busca de vivienda a un condominio que está en fase de construcción, visita el “PISO PILOTO”. Un guía le muestra la vivienda y uno se hace una primera idea de lo que será más tarde su propia casa.

La lectura del libro del Apocalipsis nos dice que Dios tiene una "morada piloto" entre los hombres y esa morada es Cristo: imagen y modelo de la morada definitiva. Él nos hace de guía y nos pasea por las estancias de la casa de su Padre para que nos vayamos acostumbrando a ella.

Nos muestra la habitación donde se secan todas las lágrimas, la estancia donde se alivian todas las penas, el salón donde se atienden todas las quejas, el hall donde se consuelas todos los dolores, la sala donde se sacian toda la sed humana de sentido y de plenitud.

El apostol Pablo nos insiste que Cristo es el primero de todos, al anfitrión, el que va delante nuestro para prepararnos una estancia en la morada de Dios. Él, que fue la morada de Dios entre los hombres, ha inaugurado la morada de los hombres en Dios… por Él todos entraremos definitivamente para quedarnos en ella.

Construyan su casa terrenal, no la descuiden, pero háganlo con los ojos puestos en la morada eterna. Que esa morada sea su único y verdadero modelo, su morada piloto. Esa morada, recuerden, en que todas las lágrimas son enjuagadas, todas las penas aliviadas, todas las quejas atendidas, todos los dolores consolados, y toda sed saciada con el Agua de la vida. Esa es la morada piloto, no se equivoquen de condominio.

De eso nos previene, precisamente, el Evangelio. Lucas nos advierte que a menudo nos equivocamos de dirección, vamos a visitar el condominio equivocado. Nosotros lo buscamos en el sepulcro y esa no es su morada. Él no está ahí, no está entre los muertos, sino entre los vivos.

Buscamos a Dios en el dinero, en el éxito, pero también en la seguridad y el exclusivismo (mi Dios, mi salvación, mi virtud, mi recompensa…). Y así ponemos todo el afán en construirnos nuestra morada en un sepulcro, que por blanqueado y majestuoso que sea… no es más que un sepulcro.

Y una última cosa: nuestro condominio no está acabado hasta que estemos todos los vecinos. El condominio no está completo mientras haya lágrimas por secar, penas por aliviar, quejas por atender, dolores por consolar y sed por saciar. En este condominio, la construcción de la morada del vecino me incumbe tanto como la mía propia.

Ese es el sentido de la comunión de los santos, podríamos decir “el condominio de los santos”, de los que ya recibieron su morada y de los que todavía la esperamos; de los que trabajan desde el cielo y los que trabajamos en la tierra en la construcción de ese gran condominio que es la morada de Dios.

Que María, la que cedió el terreno para la construcción del condominio, nos ayude a conseguirlo.

1 comentari:

Anònim ha dit...

Marc, quina alegria trobarte de nou!

Gràcies per les teves reflexions.
Catimar.